lunes, 21 de enero de 2013
Lluvia salada.
Cierras la puerta. Miras a tu alrededor, miras esa habitación llena de recuerdos y, sin ningún tipo de aviso empiezas a ver borroso y a notar cómo, lentamente, tus mejillas se van humedeciendo. Al principio no lo entiendes, pero al final caes en la cuenta, estás llorando, y ni tú misma sabes el por qué. Si por lo menos pudieras decir que tan solo son unas pequeñas lágrimas caídas por despiste, pero no, estás llorando a lágrima viva. La cuestión es... ¿Por qué? Quizá sea por los amores pasados, por esos chicos de los que te ilusionaste y creías que eran perfectos, pero que después te decepcionaron, mostraron su auténtica naturaleza y te hicieron daño. Quizá sea por amistades pasadas, esas personas que creías que estarían ahí siempre y te apoyarían en todo, solo porque tú estabas dispuesta a hacerlo. O quizá sea porque estas harta de dar, dar y dar, y no recibir nada a cambio.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario