Sólo ha pasado una semana, pero estoy ansiosa por verle, tocarle, besarle. Estos días sin él han sido insufribles. Creía que no aguantaría más sin sus abrazos, sus caricias o sus besos, pero ya está, la agonía ha acabado, dentro de unos minutos saldrá por esa puerta y lo primero que verá será a su chica, esa que tanto le quiere.
El corazón empieza a latirme desbocado cuando las puertas se abren y empieza a salir gente, en sus rostros se refleja el cansancio debido al largo vuelo desde Nueva York, pero a mi ellos me dan igual, yo solo quiero que él aparezca de una vez. Pasan un par de minutos y nadie más sale. Me estoy empezando a preocupar, ¿cómo es que todavía no aparece?
De repente, alguien tapa mis ojos con sus manos y me susurra al oído "Te quiero y te he echado muchísimo de menos". Es él, por fin está aquí conmigo. Doy media vuelta y ahí está, delante de mí, mirándome con esos ojos azul intenso y sonriéndome con la boca torcida, ese gesto que tanto me gusta y que sólo él sabe hacer. Y entonces me pregunto... ¿Cómo es posible querer tanto a alguien?
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