La vista empezó a tornarse borrosa y una tímida lágrima asomó por el borde de sus ojos, pero no pudo contenerla y cayó. A partir de ese momento, una marea de diminutas gotas de agua salada abrasaron sus mejillas.
Inspiró hondo e intento relajarse, mantener la calma. Los recuerdos le asaltaban la mente una y otra vez, provocándola un fuerte nudo en la garganta y unas inmensas ganas de llorar. Pero tenía que olvidarle, sacarle de su mente y de su corazón. No valía la pena seguir llorando por él, no se lo merecía, y menos después de haberse portado tan mal con ella. Se enjugó las lágrimas y armándose de valor eliminó todos los recuerdos que tenía de él. Estaba decidida a olvidarle y ese, era el primer paso.
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